La frontera entre Camboya y Tailandia vive su peor momento en décadas tras una serie de enfrentamientos militares, bombardeos y acusaciones cruzadas que han reactivado el temor a un conflicto regional. La tensión se intensificó a finales de 2025, cuando ambas naciones incrementaron sus operaciones militares y denunciaron agresiones mutuas, mientras líderes internacionales advierten sobre el riesgo de una crisis mayor.
Origen inmediato de la escalada
Las tensiones históricas entre ambos países, vinculadas a zonas fronterizas mal delimitadas, resurgieron con fuerza a mediados de 2025. En julio, se registraron los primeros choques armados significativos, que dejaron víctimas y obligaron a evacuar a miles de personas de las zonas de combate.
Un frágil alto el fuego fue negociado posteriormente, pero la situación volvió a deteriorarse cuando Tailandia denunció que Camboya contaba con cohetes de largo alcance capaces de golpear su territorio. Esto llevó a nuevos ataques tailandeses sobre posiciones camboyanas en diciembre.
Según reportes de agencias internacionales, Tailandia justificó sus bombardeos afirmando que Camboya habría desplegado armamento chino de gran poder, como sistemas lanzacohetes múltiples PHL-03. Sin embargo, hasta el momento no existe verificación independiente que confirme el uso de dicho armamento.
La postura de Camboya
El Gobierno camboyano rechazó las acusaciones y afirmó que defenderá su soberanía ante cualquier agresión. Voceros oficiales aseguraron que Tailandia atacó sin justificación y que la escalada se debe a intereses políticos internos de Bangkok.
También han negado el uso de cohetes pesados y sostienen que algunas imágenes difundidas por redes sociales no corresponden al conflicto actual.
Reacciones internacionales
El conflicto ha llamado la atención de varios líderes mundiales.
El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, mantuvo contactos con ambas partes y exigió poner fin a las hostilidades. Su intervención se produjo tras los bombardeos tailandeses y los informes de desplazamientos masivos en zonas civiles.
Diversos gobiernos del sudeste asiático y organismos internacionales también han expresado preocupación, especialmente por el impacto humanitario y el riesgo de que la violencia se extienda.
Miles de personas fueron obligadas a abandonar sus hogares en los puntos más calientes de la frontera, y varias infraestructuras fueron destruidas.
Un conflicto con consecuencias impredecibles
La falta de verificación independiente, unido al intercambio constante de acusaciones, hace difícil determinar la magnitud real de los enfrentamientos.
Lo que sí está claro es que la región atraviesa un momento de enorme inestabilidad, y cualquier error de cálculo podría desencadenar un conflicto de mayor escala.
Mientras Camboya y Tailandia refuerzan sus posiciones en la frontera, la comunidad internacional sigue de cerca los acontecimientos. El riesgo de una escalada mayor convierte esta crisis en una de las más delicadas del sudeste asiático en los últimos años.
